Hoy amigos míos, puede ser que los sorprenda nuevamente, así como en un post anterior les hablé sobre el pez Koi en Sobre estrategias pero de nuestra vida y ahora sabemos cuánto de él tenemos... pensé que cuando uno dedica tiempo buscando información está ya inmerso en ese maravilloso espiral de aprendizaje, virtuoso y WOWWW sin dudas.
Siempre a los alumnos que conozco cada cuatrimestre les insisto con esto de capitalizar lo que aprenden, porque creo que la vida da muchas vueltas pero si hay algo que nunca nos pueden quitar o perder es aquello que aprendimos (en el amplio sentido de la frase).
Es por ello que los invito a compartir un documento que creó un excelente profesional y docente quien reflexionó sobre ello.
En principio agradecerle que me permita publicar su información y espero la disfruten.
En cada encuentro que Uds. y yo tenemos en este blog, hemos disfrutado de una excelente exposición del Lic. Gustavo Alonso sobre "marketing de la experiencia" Marketing de la Experiencia Y MÁS!. Recomendado! Ya lo conocemos!
Un abrazo
¿Alguien quiere aprender?
Introducción
Seguramente algunos de nosotros nos habremos entusiasmado un poco, al menos por un momento, cuando viendo “The Matrix” (la primera de la saga) nos sorprendimos y esperanzamos al mismo tiempo con la escena “El entrenamiento”: aquella en la cual “El Elegido” Neo recibía clases de Jujitsu, Kung-Fu y hasta “boxeo borracho”, mientras su cuerpo descansaba cómodamente en un sillón… Por un momento nos imaginamos la posibilidad de adquirir conocimientos o nuevas habilidades con tan solo “instalarnos” un programa, sin la necesidad del esfuerzo, dedicación y “pérdida de tiempo” que demanda cualquier proceso de aprendizaje…
Otro caso es el que podemos observar en cualquier aula de universidad, por ejemplo, donde en cada examen permanece siempre latente la posibilidad de sorprender a algún alumno mirando la hoja del compañero, cuando no valiéndose de algún “ayuda memoria” (machete, bah). Y eso que estamos hablando de la formación profesional, ¿no? Aquella que uno eligió porque le gusta, por vocación o por cualquier otro motivo… Suponíamos, a priori, que esta etapa de formación podía ser afrontada con mayor responsabilidad…
La paradoja parece instalada: todos queremos “saber”, pero, aparentemente, resulta mucho más cómodo cuando no se necesita “aprender” para lograrlo, ¿entonces?
Veamos…
La relación alumno-aprendizaje
Vaya uno a saber porqué, desde niños comenzamos a vivir las experiencias del jardín de infantes, escuela primaria y secundaria (estas dos últimas, ahora: EGB y Polimodal), como algo que no se puede evitar y que, para peor, nos resta tiempo de juegos y esparcimiento.
Entonces, categorización mediante, todo lo que tenga que ver con aprender algo pasa a recibir una connotación no del todo positiva y a experimentarse como una especie de “carga”.
También el tema de los roles vivenciados debe asumir un papel importante a la hora de explicar la forma en que hoy se da la relación con quienes imparten enseñanza de algún tipo: la posición de autoridad desde la cual nos miraban nuestros primeros maestros, iba a marcar en nosotros la forma en la que debíamos relacionarnos con nuestros futuros “instructores” de allí en más.
Pero no todo pasa exclusivamente por una relación de autoridad, otro punto que merece algún análisis tiene que ver con esa pasividad con la cual acostumbrábamos recibir los conocimientos que se nos impartían, entonces, en ese marco, tampoco podíamos involucrarnos demasiado en el proceso, sino más bien que debíamos sentarnos a “escuchar y aprender”…
Con todo esto y algunas otras cosas respecto de las cuales no hemos hecho referencia, ya podemos comenzar a entender porqué aquello que tiene que ver con aprender no suele verse como una experiencia demasiado apasionante.
Interés y motivación
Por todo lo anterior, observamos hoy que resulta necesario trabajar duramente en captar el interés de nuestros alumnos, motivarlos e involucrarlos en el proceso. Ya aprendimos que considerar a los alumnos como “sacos vacíos” deseosos de ser “llenados” de conocimiento, no parece ser el mejor modelo ni el enfoque más apropiado.
Y el interés por algún curso, entiendo, debería despertarse desde su mismo nombre o título. Si bien, por ejemplo, en las carreras de grado esto ya está bastante estandarizado, el título es fundamental porque es la primera impresión, y como rezaba algún comercial de desodorante en los años noventa: “la primera impresión es la que cuenta”. El título debe ser breve e impactante. El título debe traducir el beneficio que recibirá todo aquél que tome el curso, el seminario o lo que fuere. Y cuando no se puede transmitir todo eso solo con el título, una buena descripción puede ayudar a nuestros fines, pero siempre haciendo hincapié en los beneficios, pensando empáticamente en qué es lo que nuestros potenciales alumnos pueden necesitar o qué es lo que a ellos los motivaría para “perder el tiempo” tomando ese curso.
Pero tampoco el título lo es todo, así como el “amor a primera vista” no garantiza el éxito, sino que hay que esforzarse día a día para construir la relación, una relación docente-alumno también debe construirse día a día o clase a clase, aún cuando se trate de relaciones que no compartan el mismo tiempo o espacio físico.
Y para la construcción de esa relación, uno de los aspectos más importantes radica en ser claros y precisos en la comunicación y en lo que se quiere transmitir en cada clase. No hace falta decir “en difícil” lo que puede transmitirse de otra forma. Un lenguaje simple y directo es por lo menos igual de académico que cualquier otro más complejo. La complejidad no hace al interés del alumno, sino las ideas que pretenden transmitirse. Es muy difícil mantener “enganchado” a un alumno, cuando este dedica la mayor parte del tiempo a entender el lenguaje del docente, y eso sí es pérdida de tiempo en la mayoría de los casos. La atención del alumno debe centrarse alrededor de los contenidos, en el mensaje. Un mensaje complicado es un mensaje perdido. Y cuando una clase no se entiende, debemos revisar muy bien cuál es la cuota de responsabilidad de cada una de la partes involucradas. De la misma manera, es sabido que no se puede mantener la atención por mucho tiempo si no se incluyen “descansos” en los cuáles los alumnos puedan relajarse, al menos por unos minutos, para luego sí retomar la clase con la atención renovada.
Otro aspecto que no puede descuidarse es la participación del alumno. Dejar al alumno relegado en el rol de escucha o lector puede resultar la mejor forma de hacer ineficaz un proceso de enseñanza. Debemos invitar a nuestros alumnos a asumir la responsabilidad de su capacitación, debemos invitarlos a asumir desafíos, a tomar decisiones, y todo esto podemos lograrlo estructurando una enseñanza abierta y participativa, donde el alumno tenga un rol protagónico y activo.
Para que todos quieran aprender
Como vimos hasta aquí, no resulta fácil la tarea, pero nadie dijo que lo sería… Pensemos que, en alguna medida, estamos planteando ni más ni menos que un cambio de paradigma en el proceso de enseñanza. Un cambio de paradigma desde el cual se logre que los alumnos quieran aprender, no solo para llegar a algún “lugar” distinto en lo que respecta a sus conocimientos vigentes, sino porque también disfrutan del “viaje”. Ese es el desafío.
Debemos dejar de considerar al alumno como un simple “receptor” (o mucho peor: “recipiente”), para ayudarlo a ocupar el lugar que no solo se merece, sino que debe ocupar para hacer del aprendizaje una experiencia motivadora, placentera y enriquecedora. Una experiencia que lo tenga como
protagonista y que lo haga participar, pensar, aplicar, que lo ayude a entender, que lo invite a repetirla una y otra vez, con la siempre presente motivación de adquirir conocimientos que favorezcan la generación de nuevos “saberes”, pero “saberes” que tengan que ver con la historia o realidad de cada alumno, “saberes” personalizados y que puedan contextualizarse a la propia circunstancia. De poco vale convertirse en un experto “repetidor” o en un “vocero” de conocimientos ajenos: eso no es aprendizaje.
El verdadero aprendizaje tiene lugar cuando es acompañado de un sentido crítico, cuando la formación de un criterio propio, prevalece a cualquier intención facilista de adoptar el concepto que sea, de quien sea y sin condicionamientos. El verdadero aprendizaje comienza cuando antes de aceptar, antes de “saber” (entre comillas), nos preocupamos por entender (sin comillas).
Es, entonces, responsabilidad de quienes contribuímos a la formación de alumnos, fomentar un nuevo aprendizaje o, mejor dicho, un verdadero aprendizaje. Un aprendizaje que invite a la reflexión, que provoque pensar, que promueva el análisis y que, fundamentalmente, resulte útil.
Consultas / dudas / sugerencias: galonso@timetomkt.com.ar.
Fundador y Director General de TIME TO MARKET, firma de consultoría y soluciones de marketing integrado. Licenciado en Administración, especializado en Marketing, graduado en la Universidad de Buenos Aires. Docente de “Comercialización”, Facultad de Ciencias Económicas, Universidad de Buenos Aires. Profesor Invitado en el Diplomado Internacional en Management Estratégico de lProfesor de Branding, Comunicación y Nuevas Tendencias en Fundación Magíster (Tucumán-Salta). Consultor y Conferencista del Programa Dinámica.SE (Red de Sociedades Emprendedoras) – Fundación General Pacheco – UTN.
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Paula Sánchez
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