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Tras las huellas del payaso
El corazón que mantiene al sistema en funcionamiento late en el denominado “Centro Internacional”, donde trabajan 1.600 de los 3.000 empleados: desde los más altos ejecutivos y el personal administrativo, hasta carpinteros, entrenadores artísticos y físicos, sastres y zapateros.
A 30 minutos de auto de Montreal, el edificio tiene 32.000 metros cuadrados de superficie cubierta, en un predio de 75.000 metros cuadrados, y su construcción demandó una inversión
de 60 millones de dólares canadienses (aproximadamente US$ 50 millones). Consta de dos sectores, construidos en sendas etapas.
El primero, finalizado en 1997, alberga los estudios de entrenamiento: espacios similares a hangares por sus grandes dimensiones, en los que sólo hay trapecios, una pileta llena de cubos de goma espuma y cuerdas que caen del techo.
A fines de abril, en ocasión de nuestra visita, unos 50 jóvenes, subdivididos en grupos, hacen ejercicios de calentamiento a las 9 de la mañana, al ritmo de música electrónica. Tienen alrededor de 20 años y reciben un entrenamiento general; todavía no saben a quién reemplazarán o si formarán parte de un nuevo espectáculo.
Al mediodía, la cafetería está poblada de atletas, actores, técnicos, entrenadores y empleados administrativos, todos vestidos de manera informal. Sólo se distingue a los artistas y gimnastas por las medias de baile, o porque hablan en alguno de los 25 idiomas que se oyen en la sede de la empresa, donde hay personas provenientes de 40 países.
En el ala nueva, terminada en 2001, también predomina la informalidad. Allí están las oficinas de los ejecutivos, y los talleres encargados de la confección del vestuario y de la escenografía, funciones que nunca se delegaron en terceros. Dicho sea de paso, tan pronunciada es la obsesión por la calidad que, para asegurarse la uniformidad de los colores año tras año, la
empresa compra telas en blanco, y luego se estampan o pintan a mano.
La producción está dividida en tres sectores —zapatos, trajes y sombreros—, porque cada uno tiene requerimientos específicos. Más de 300 artesanos trabajan en los talleres que confeccionan 20.000 piezas de vestuario al año; el de zapatos, por ejemplo, fabricó 4.000 pares desde su inauguración, en 1998. En los percheros del taller de costura hay centenares de trajes, cada uno de ellos con un cartel que indica el show y el personaje al que corresponden. A excepción de los recién contratados, no hay artistas estables en el Centro Internacional —están
de gira, en Orlando o Las Vegas—, pero sus cabezas han quedado eternizadas en los moldes de yeso que se usan en el taller dedicado a la fabricación de sombreros.
Vista desde el exterior, la sede central del Cirque du Soleil se asemeja a un típico edificio de oficinas. No hay carteles ni banderines. Sólo la escultura en bronce de un zapatón de payaso,
solitaria y modesta, representa las dos características esenciales del circo: entretener y andar. ●
Espero que lo hayan disfrutado.
Un abrazo grande amigos!
Fuente: Revista Gestión
Gestión/Viviana Alonso, enviada especial a Montreal
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Paula Sánchez
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