Planificar y programar las tareas diarias es” LA” clave para obtener el máximo rendimiento de la jornada laboral.
"Cuanto más hagas de lo que haces, más obtendrás de lo que obtienes" (Proverbio)
Si nos remitiéramos a la mitología griega, estaríamos hablando sobre los dioses Cronos y Kairos, los cuales mantienen una pugna constante.
¿Cuál era el conflicto? Cronos es el dios del tiempo real e inexorable, cuyo paso nos lleva inevitablemente al final de los días. Kairos, en cambio, es el dios del tiempo interior de los hombres, el tiempo de los sueños y del espíritu, el que persistentemente nos devuelve a la vida cada vez. Así, mientras Cronos nos proclama ser ambiciosos, Kairos nos invita a reflexionar sobre los objetivos y las expectativas.
Pensemos ahora en otro escenario: tradicionalmente la gestión del tiempo asocia su imagen inexorablemente al icono de un reloj. Esto es así porque durante años, y aún hoy, se ha pensado que la gestión corresponde exclusivamente al control. Por esta razón, la mayoría de los métodos y herramientas de gestión del tiempo empresarial se han centrado en la programación de horarios y tareas más que en la planificación basada en objetivos. Si para el control del tiempo necesitamos un reloj, para la gestión del tiempo necesitaremos una brújula, es decir, una herramienta que nos dé una visión a largo plazo, dando sentido a las actividades que hacemos hoy. Una brújula, que concepto más interesante.
Necesitamos una brújula, ¡No cualquiera! Sino de última generación que nos ayude a tener claro lo que buscamos y a saber por qué lo buscamos. No debería ser difícil encontrarla en la era de los GPS. ¿O sí?
Planificar lleva tiempo. Suele admitirse que la planificación es algo importante, pero poca gente dedica el tiempo necesario a hacerlo; la mayoría decimos que no tenemos tiempo aunque reconocemos que es un hábito que hay que poner en práctica cuanto antes. Lo cierto es que quien planifica con antelación las cosas que debe hacer obtiene mejores resultados y dispone de más tiempo que quien no lo hace.
Programar es diferente. Si planificar es decidir qué hacer, programar es decidir cuándo hacerlo, escribir en el plano temporal de una agenda las etapas que conducen a un objetivo. Programar no es sólo ordenar, es un compromiso, un contrato con uno mismo, un intento de hacer emerger del caos de lo cotidiano acciones deliberadamente deseadas y elegidas.
La programación trata de resolver un dilema: hay demasiado trabajo y no tenemos tiempo suficiente para poder hacerlo bien o siquiera para terminarlo. Nos vemos obligados a elegir lo que vamos a hacer y lo que dejamos de hacer en función del tiempo disponible.
Gestionar, planificar, programar parecen entonces términos que apelan a nuestra propia responsabilidad y decisiones. "Es preferible hacer la mitad de las cosas que hacer las cosas a medias", nos decía Tácito; "Somos lo que hacemos cada día, de modo que la excelencia no es un acto, sino un hábito", dijo Aristóteles. Cada quien se conforme con cada cual.
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Paula Sánchez
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